Luchar con lo inevitable, con
aquello que el otro no sabe, que solo conoce aquellas palabras que el viento se
lleva. Es no ceder ante la decisión de dejar pasar algo que solo existe en
nuestra mente, solo ahí y nada más que ahí. El problema es que ese termina
siendo el prisma con que vemos la vida, con que el sol nos parece radiante y la
luna mágica. Es estar solo en un mundo que es trágico, de soledad, de
incertidumbre, de saber solo aquello que conviene saber, aun siendo mentira,
todo ajustado a la conveniencia, a la fantasía.
Pero es mejor dejar pasar todo
aquello, incluso si pueda ser cierto, no es resignarse, es solo saber que nunca
esas dos almas estarán listas la una para la otra, lo mejor es matarla,
enterrarla y no dejar que resucite. También puede que no, que solo un alma esté
creando aquel mundo donde desea estar y nunca tendrá, puede que el otro también
esté en igual de condiciones, es mejor no saberlo, el asesinato es la mejor
opción antes que el suicidio.
No hay preguntas, no hay
respuestas, las señales son acomodos de la mente para nuestro beneficio o
perjuicio. Aquello que se puede tomar como literal no lo es, aquello que pueda
ser tomado como figurado tampoco lo es. No hay nada de lo que alguna persona
pueda apoyarse en ese sentido. Tal vez crea que haya algo de seguridad, toda o
absolutamente son palabras al aire, que el viento puede destruir o acumular
bastantes hasta crear un tornado que se lleve por su paso todo aquello que se
piensa, lo que se sienta, lo que alguien sea.
La ilusión puede estar ahí, como
en útero. No necesitando gritar para alimentarse, se alimenta en sí misma. El
asunto es parirla y ver que no solo con llorar conseguirá algo, porque
sencillamente no habrá nada. A diferencia del humano que mama porque llora, la
ilusión llora y no mama. ¿Puede haber algo más gracioso que eso? Puede ser, que
hoy sea lunes festivo, por ejemplo.
Pero no es tan malo, no somos ni
aves de paso, somos hojas secas arrastradas por el viento, que podemos caer
bajo una suela que nos pise o terminar como separador en un libro de poesía. Estamos
entre no ser lo que se desea y no tener lo que se desea, una constante espiral
que vuelve al mismo punto, la ignorancia de sí mismos. Acá es curioso saber de
antemano que todo puede pasar, que lo obvio puede no ser y que lo complejo sea
lo más estúpido del mundo. ¿Cómo saberlo sin sentirlo primero? Es más fácil
sentir sin saber que saber sin poder sentir, si lo segundo se pudiera todo
cambiaría ¿Para qué?
Una respuesta a una pregunta que
nadie hizo, que no existe, porque las palabras no dejan otra opción que matar
el sentimiento para poder resumirlo en letras, en suspiros hablados. De nada
sirve, por más que se intente no hablar, en el silencio sigue habiendo un sinnúmero
de posibilidades de sentimientos, de ideas. Queremos que ciertas palabras sean
para uno, tal vez lo sean, pero se puede perder más de la cuenta. La indiferencia
alimenta una tranquilidad pasmosa, en vez de una alegría inestable que nos daría
el no ser indiferentes.
Nos vamos, nos quedamos, nunca
nos fuimos.
Te vas, te quedas, nunca te
fuiste.
No somos, no estamos.
No existimos.
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