jueves, 19 de abril de 2007

Otravez

El pasado de las personas se apodera de mi, podría llegar a ver lúgubres pasajes de finales de los 70´s, lugares que influenciaron mas de una pasada de alcohol y droga, podría ver las lúgubres calles imaginarias donde todos van donde dice Vicente, podría imaginarme una tardenoche de color amarillento, todavía con el sol y una esquirla de luna en el cielo, mientras un funeral va pasando con cierto retraso, y con la gente corriendo antes que cierren el cementerio mas cercano para la gente pobre. Solo que esas tardes amarillentas de lunes, para ser mas preciso, fueron vistas por mí, así como vi esas tardes con apariencia de noche pero con el brillo de una triste mañana de colegio, esas malditas tardes que resonaban en mi mente como si fuera un “día viejo”, es decir que no parecían esas tardes de comienzos de los 90´s, ni mucho menos se parecen a esos días del nuevo milenio, no sentía que pertenecía a ese “día” ¿Por qué?, no se, no sabría explicar como me sentía viviendo un día pasado en pleno presente, a pesar de estar rodeado de la tecnología de cada época, sentía la comida en familia reunida al son de unas palabras al vacío antes de empezar a comer, cuando esa escena en particular nunca le he presenciado en mi vida. A veces podría imaginarme las primeras infidelidades de nuestros padres antes que hubiéramos nacido, amores furtivos al son de esa música de antaño y pantalones blancos, mujeres con cabellos de apariencia de animales disecados, y ese rubor con aspecto de golpe que se asomaban en sus rostros a través del humo del cigarrillo que estuviera presente en cualquier lupanar donde estaban los sendos progenitores, mientras la progenitora rezaba en silencio para que no le llegaran avisando que su esposo había sido muerto durante una riña, y que solo al verlo llegar totalmente ajeno a su voluntad podría terminar diciendo ¡gracias dios mío!.

Podría imaginar la inspiración de algunas personas, hasta llegar a tomar su lugar en el momento de clímax creativo y sentirlo como propio, en ese momento me sentía capaz de hacer cualquier cosa así estuviera en contra de mi propia voluntad, así como me sentía como un viajero del tiempo gracias al color que se ponía el ambiente en cada día que pasaba, sentía que cada vez sentía la vida de los demás como propia, y que hasta lo que no me afectaba en lo mas mínimo debido a mis propias irresponsabilidades, sentía las de los demás, como una gran cruz pesada que absorbía cada una de las idioteces por las cuales sufría a diario, esas idioteces propias por las cuales el resto debía y tenia que sufrir yo sufría por la de ellos. La imagen de un niño que le dicen que su papá acaba de ser asesinado por error mientras otro gritaba de emoción por su juguete nuevo en plena noche de navidad, ese tipo de situaciones sentía que me podían pasar a mi sin llegar nunca a estar seguro de que si era cierta la situación imaginada en ese preciso momento, también imaginaba los funerales en las épocas mas extrañas del año como un lunes de carnaval, un viernes santo o un primero de enero, no se que tienen esas muertes en particular en mi accionar de pensamiento, creo que no es lo mismo morirse un miércoles en la mañana que un viernes en la noche, cada muerte la siento diferente como si el muerto le pusiera el toque especial a su propia muerte o también el año en que se haya muerto la persona, me pregunto como había sido una muerte en 1977, o en 1991, o en cualquier año que tuviera una particularidad en cada cual. En especialmente la mía, la imagen de los nichos de muertos de hacia mas de 40 años me hacia pensar en todas esas muertes menos en la mía, como si nunca me fuera a morir….”es que esas vainas les pasa a otros”, también en esas personas que tienen cara como si hubieran podido morir de jóvenes o en aquellas que tienen cara de haber pasado la mayor parte de su vida tratando de no olvidar a sus muertos, es decir de terminar de ponerles la arena en el ataúd, mientras el sepulturero se alista con la mezcla de cemento y el palustre para sellar la lapida que mandaron a hacer a poca cuadras del cementerio.

La música guarda una especial mención cada vez que me pongo a pensar en la gente que se muere, por muy estólida que haya sido la muerte siempre me pongo a pensar en lo que hicieron el día anterior, ¿a quien llamaron? ¿Qué comieron?, ¿con quien discutieron?, hasta ¿con quien hicieron el amor?, pero sobre todos a las personas que se olvidaron de ellos mucho antes que se murieran. Las personas van y vienen, uno no se da cuenta en que momento, o mejor dicho no se saca la cuenta, y no debería hacerse, de cuantas personas lo han conocido a uno durante una vida promedio entre 25 y 30 años, amigos, amigas, personas que saben nuestros mas profundos secretos, personas que fueron testigos de los momentos mas significativos, en ese entonces, de nuestra existencia, ¿Dónde están? ¿Qué hacen? ¿Será que ya murieron antes que nosotros?, en arranques nostálgicos esto siempre sale a la luz tarde o temprano, esos niños del colegio que son ahora después de cierto tiempo, ¿Quién será un delincuente?, ¿Quién es prostituta? ¿Quién es un profesional brillante? ¿Cuál ha muerto?, la gente del bachillerato que alcanzo a ver el crecimiento de una manera mas jocosa y vergonzosa, también el que habla a espaldas de uno y no se sabe quien es. Pero son cosas que se tienen presentes cada vez que sentimos que la muerte nos tiende su ineludible abrazo, el morirse no es suficiente motivo para que se olviden de uno, a veces con el tiempo nuestra imagen se puede desvanecer ante los ojos de una persona hasta que ya deja de ocupar en nuestra retina una imagen que será un recuerdo cada vez mas lejano de lo que vemos a simple vista a diario, es un lento morir en el recuerdo de la otra persona o en el instante en que le creamos indiferencia hacia nuestra propia persona. Es también difícil asimilar la forma en que lo mantienen vivo a uno con el pensamiento, uno no sabe de que manera es que lo recuerden a uno, para bien o para mal, lo que importa es que uno ocupa un fragmento de tiempo en la vida imaginaria de una persona, en ese breve espacio imaginario del que somos protagonistas, a veces, sin darnos la mas mínima cuenta de ello y que volvemos a vivir para la otra persona, si bien no físicamente, pero sí en su pensamiento que es ahí donde precisamente podemos decir si seguimos vivos o no.

Aunque también las trampas y laberintos que nos juega nuestra propia vida nos hace llegar a sentir, en ocasiones, que ya nuestra función fue cumplida en el mundo, ¿Cómo se llega a tan aterradora pregunta?, por la razón que nos sentimos como si tuviéramos un propósito importante que cumplir en la vida, como si fuéramos unas fichas que ya cumplieron su trabajo en un tablero de ajedrez o unos peones de una finca con una responsabilidad impuesta en contra de nuestra voluntad, así como nuestro nacimiento, que hace que cada día se arrastre la piedra sobre la espalda pensando en lo que debe ser nuestro propósito en la tierra, que siempre se debe postergar por razón, que se inculca, de que siempre se tiene un propósito en la vida sin que sepamos siempre cual es.

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