martes, 10 de enero de 2012

Juego de palabras


La historia deja lecciones muy valiosas, aun a pesar que no suele ser tan neutral como se desea, como por ejemplo que el opositor cree siempre está en lo correcto, al igual que el elegido se siente el correcto. El elegido denigra al opositor y el opositor al elegido, una interdependencia que suele ser aberrante, tenemos el caso reciente de las elecciones en España donde el Partido Popular le ganó al Psoe, cuando curiosamente en 2004 el PSOE era el opositor a Aznar y en el 2011 fue Rajoy el opositor a Zapatero. En la realidad, ambos partidos hicieron cosas aberrantes que dejaron a España muy mal parada.

Aplicado el caso a Colombia durante los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe, en la cual oponerse a sus ideas implicaba muchas cosas, tales como odiar a Colombia, estar a favor de los criminales de la guerrilla, el mismo Ex Presidente acusaba de terroristas vestidos de civil a quienes no le seguían la corriente, y todo mal del país, real o imaginario, era culpa de los terroristas. Sus opositores se sentían perseguidos, humillados, tratados bajo una premisa según la cual “Estas conmigo o en mi contra” algo injusto que impide un dialogo abierto en el que se compartan puntos de vista.

Ahora, una columnista advierte que contradecir a Gustavo Petro implica desear el mal en Bogotá, es decir, que no gustar de Petro es desear que la capital tenga mala suerte ¿Con que fin? Si, con ese mismo fin que les gustaba a los antiuribistas entre 2002-2010, tener razones para decir que ese gobernante no sirvió, que es un corrupto, para tener de que hablar, para sentirse legitimados desde la oposición y creer ingenuamente que tienen la razón y la solución a todos los problemas del país.

¿No es el mismo juego de palabras? “Los contradictores de Uribe le desean el mal a la patria” , “los contradictores de Petro le desean el mal al Bogotá” quiero encontrar diferencias sustanciales en ambas frases, que realmente se diferencien. Basta recordar que tanto Petro como Uribe tienen caballitos de batalla, para el primero TODOS sus oponentes hacen parte de una mafia incrustada en el estado que lo persigue;  para el segundo TODOS sus oponentes hacen parte de un complot terrorista para buscar deslegitimar sus acciones cuando era gobernante. Repito la pregunta ¿Hay diferencia entre ambos discursos?

Se supone que vivimos en una democracia en la cual existe el voto popular, para los progresistas es democracia porque Petro quedó de alcalde, pero no lo es cuando Uribe fue presidente; de igual manera para los uribistas no hay democracia cuando un ex – guerrillero queda de alcalde, pero hubo democracia cuando Uribe fue presidente dos periodos. Insisto la pregunta ¿Existen diferencia entre ambas posturas sobre lo que entienden por democracia?

Vamos a un caso recién salido del horno mediático, un idiota (no queda otra palabra) amenazó de muerte a Gustavo Petro, un acto reprochable y que da asco en todo sentido. Pero tengo en cuenta cuando sucedió algo similar, con otro idiota llamado Nicolás Castro, que igualmente amenazó por Internet a uno de los hijos de Álvaro Uribe. ¿Qué pasa? Que yo recuerdo a muchos opositores de Uribe reclamando la libertad de Castro, al cual veían como un perseguido, alguien que fue encarcelado solo por hacer uso de su “libre expresión”, me pregunto de una manera considerada ¿Dirán los progresistas lo mismo sobre quien amenazó a Gustavo Petro? ¿Le harán caravana como se la hicieron a Nicolás Castro? ¿La amenaza de Castro era válida y la del que amenazó a Petro no? ¿Acaso no es el mismo acto pero con diferentes posibles víctimas?

En lo anterior es donde veo un posible juego de prostitución moral al servicio de una ideología, legitimada o no, donde el criterio está atado a un poder, como lo dije hace poco “El progresista es el nuevo uribista” ahora los roles se intercambian, la realidad sigue siendo la misma. 

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