La historia deja lecciones muy
valiosas, aun a pesar que no suele ser tan neutral como se desea, como por
ejemplo que el opositor cree siempre está en lo correcto, al igual que el
elegido se siente el correcto. El elegido denigra al opositor y el opositor al
elegido, una interdependencia que suele ser aberrante, tenemos el caso reciente
de las elecciones en España donde el Partido Popular le ganó al Psoe, cuando
curiosamente en 2004 el PSOE era el opositor a Aznar y en el 2011 fue Rajoy el
opositor a Zapatero. En la realidad, ambos partidos hicieron cosas aberrantes
que dejaron a España muy mal parada.
Aplicado el caso a Colombia
durante los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe, en la cual oponerse a sus
ideas implicaba muchas cosas, tales como odiar a Colombia, estar a favor de los
criminales de la guerrilla, el mismo Ex Presidente acusaba de terroristas
vestidos de civil a quienes no le seguían la corriente, y todo mal del país,
real o imaginario, era culpa de los terroristas. Sus opositores se sentían perseguidos,
humillados, tratados bajo una premisa según la cual “Estas conmigo o en mi
contra” algo injusto que impide un dialogo abierto en el que se compartan
puntos de vista.
Ahora, una columnista advierte
que contradecir a Gustavo Petro implica desear el mal en Bogotá, es decir, que
no gustar de Petro es desear que la capital tenga mala suerte ¿Con que fin? Si,
con ese mismo fin que les gustaba a los antiuribistas entre 2002-2010, tener
razones para decir que ese gobernante no sirvió, que es un corrupto, para tener
de que hablar, para sentirse legitimados desde la oposición y creer
ingenuamente que tienen la razón y la solución a todos los problemas del país.
¿No es el mismo juego de
palabras? “Los contradictores de Uribe le desean el mal a la patria” , “los
contradictores de Petro le desean el mal al Bogotá” quiero encontrar
diferencias sustanciales en ambas frases, que realmente se diferencien. Basta
recordar que tanto Petro como Uribe tienen caballitos de batalla, para el
primero TODOS sus oponentes hacen parte de una mafia incrustada en el estado
que lo persigue; para el segundo TODOS
sus oponentes hacen parte de un complot terrorista para buscar deslegitimar sus
acciones cuando era gobernante. Repito la pregunta ¿Hay diferencia entre ambos
discursos?
Se supone que vivimos en una
democracia en la cual existe el voto popular, para los progresistas es
democracia porque Petro quedó de alcalde, pero no lo es cuando Uribe fue
presidente; de igual manera para los uribistas no hay democracia cuando un ex –
guerrillero queda de alcalde, pero hubo democracia cuando Uribe fue presidente
dos periodos. Insisto la pregunta ¿Existen diferencia entre ambas posturas
sobre lo que entienden por democracia?
Vamos a un caso recién salido del
horno mediático, un idiota (no queda otra palabra) amenazó de muerte a Gustavo
Petro, un acto reprochable y que da asco en todo sentido. Pero tengo en cuenta
cuando sucedió algo similar, con otro idiota llamado Nicolás Castro, que
igualmente amenazó por Internet a uno de los hijos de Álvaro Uribe. ¿Qué pasa?
Que yo recuerdo a muchos opositores de Uribe reclamando la libertad de Castro,
al cual veían como un perseguido, alguien que fue encarcelado solo por hacer
uso de su “libre expresión”, me pregunto de una manera considerada ¿Dirán los progresistas
lo mismo sobre quien amenazó a Gustavo Petro? ¿Le harán caravana como se la
hicieron a Nicolás Castro? ¿La amenaza de Castro era válida y la del que
amenazó a Petro no? ¿Acaso no es el mismo acto pero con diferentes posibles
víctimas?
En lo anterior es donde veo un posible
juego de prostitución moral al servicio de una ideología, legitimada o no, donde
el criterio está atado a un poder, como lo dije hace poco “El progresista es el
nuevo uribista” ahora los roles se intercambian, la realidad sigue siendo la
misma.
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