domingo, 6 de julio de 2008

DeLateralidadesServilismo

Muy despacio se oía, al fondo, la gloriosa música de cualquier intérprete, la misma que podría acompañar determinada megalomanía personal. Sonaba muy despacio, casi imperceptible, pero poco a poco hacia mella dentro de la memoria colectiva de quienes estaban presentes en la sala, se hablaba mucho, se razonaba poco, adoraciones, humillaciones, sin destinatarios, solo emisores que repetían al unísono contenidos derivados de la actual paranoia mediática, de aquella que busca de manera afanosa incrustarse en las neuronas de las personas, buscando reemplazar la mielina, los axones, las dendritas, tal vez buscando formar masa marrón, de color mierda, en vez de gris. Todos se les veía felices, contentos, nada les faltaba, todo les sobraba, seguían alegremente su camino estrictamente diseñado por su creador, por ese bello amigo imaginario y castigador que no los desamparaba ni de noche ni de día, tal vez esas respuestas que de ellos emanaban desde sus asquerosas fauces eran aquellas que otras trataban de saber, pero el saber consistía en repetir viejas fabulas de perdones y asesinatos, de injusticias, de pecados y redenciones falsas y un tanto ridículas. ¡Que importaba¡ mientras hubiera en que no pensar se encontraban en su nirvana personal, ya no solo era el caviar, también el pan duro, el huevo podrido, el agua caliente, aquel estado interno no correspondía al lujo, sino también a la mas dura de las miserias, tanto económicas y personales, nadie se encontraba exento de aquel estado interno, no era correspondencia de nadie preguntarse, al menos incomodarse. No era un castigo, era una elección.

El baño no daba abasto, mierda iba mierda venia, tanta mierda en tan pequeño lugar, que no era tan pequeño del todo, caras desconocidas, besándose y acariciándose como si se conocieran de toda la vida, no era necesario el formalismo de la presentación, pero era sumamente indispensable pensar mal de quienes estaban alrededor, detestarlo y desearle la peor de las suertes en el total de los silencios orales. No era tan grave después de todo, se tenían los oráculos constantemente actualizando en el vacío y la veracidad de lo que realmente se debía y tenia que hacer, ¿Qué tan difícil podía ser?, era simplemente abandonar aquel impulso fastidioso y asqueroso del pensamiento, que tragedia tan nefasta tener que usar la corteza cerebral, seria mejor con el hipotálamo, con la amígdala, sin tanto afán en seguir el camino ascendente a la corteza, al cortéx, ojala no se hubieran desarrollado jamás esas estructuras del cerebro, son realmente fastidiosas e impiden el normal transcurso de la naturaleza, de lo que anima felizmente al mundo, así nada tendría duda, todo seria ideal y perfecto, ¡No habrían complicaciones!, tal vez el creador deba venir de nuevo, y consentirlos, pechicharlos, hacerles ver que su fe era verdadera, que estaban en lo correcto y que había valido la pena pasar tanta miseria por tan anhelada recompensa de sumisión y felicidad eterna.

Ya esto no era asunto de pensar en una cosa u otra, no era cuestión de pelearse por tener la razón, aquellas discusiones bizantinas sobre la forma en que se debían hacer las cosas para mejorar el mundo eran obsoletas, por eso si habría que agradecerle al santísimo inodoro que al fin logró recibir miles y miles de toneladas sobre el status quo o la revolución, de lo establecido y el cambio, el cambio y lo establecido, la modificable e inmodificable, del curso del mundo hacia un lado o el otro, ya tanta mierda que ni millones de intestinos en el mundo eran capaces de hacer. Ya todos uniformados, como soldaditos de plomo, con la mirada fija a un sol inventado desde la soledad de sus conciencias, dispuestos a todo, ¡Demasiadas sirvientas juntas!, realmente había sido eficaces los diversos mecanismos de producción de mentalidades orientadas a recibir ordenes, por lo menos la servidumbre podría hacer leves cambios a sus labores, pero estas sirvientas eran mas sirvientas que las mismas sirvientas, cuando pretenden ser mas papistas que el papa, ¡Que cuadro tan bello!, realmente no eran necesarios varias personas a quien, muy pasivamente, llamarlo como buen peón, patrón. Eso les causaba algo de incomodidad, ¡al fin un defecto!, era demasiado bello para ser cierto, hacían falta mas a quienes ante arrodillarse, a quien pedirle permiso, ante quienes sentirse inferiores e incapaces de hacer algo, ya seria cuestión de acostumbrarse a ese magnánimo, que para sorpresa de muchos le cabían todas sus anteriores formas de pensar, así que ya todo quedaba olvidado y redimido.

Lentamente cruzaban leves palabras, si es caso balbuceos, llenos de saliva, de saliva fría, ya ni la saliva que salía de sus bocas era caliente, del calor del vivo, de la temperatura interna, todos habían adquirido una baja de su temperatura interna, es que el funcionamiento del cuerpo es muy fastidioso, el sudor, las lagrimas, los hedores, las lagañas, que maldición la que se carga encima con ese envoltorio de tripas cargado de un alma, por lo menos algo rescatable entre tanto liquido vital. Sin embargo lo esencial era mantener los niveles de servilismo al máximo nivel, nunca de sabe, el patrón es necesario, indispensable, ¡Es quien nos hace sentir ser sirvientes!, ¿Acaso no lo entienden?, los necesitamos, si alguien no nos manda, como podemos ser obedientes, caminar como un reloj estático bajo el minutero y el segundo. Esa maldita noción del tiempo y la historia era necesario acabarla, también era fastidiosa, ¡Es lo que trae los recuerdos, las reminiscencias!, entre menos cosas por recordar era mejor, eso implicaba menos trabajo de ese maldito órgano, mejor déjennos con el corazón, el siempre sabe lo que tenemos que hacer.

Fieles, disciplinados, siguieron aquellas sirvientas en su senda gloriosa, de triunfos inventados, de necesidades olvidadas, seguramente nunca se percataron de ellas, tal vez sí o tal vez no, ya eso no importaba. Al fin y al cabo las necesidades, o bien la necesidad, era una sola y con eso bastaba y sobraba para sentirla como colectiva, ya no habían estorbos, el camino está servido, y nada ni nadie podía acabarlo.

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