sábado, 6 de octubre de 2012

Relaciones humanas

Las relaciones humanas son algo complicadas, digo algo porque de ponerse uno en la posición de ponerle misterio a todo se llegan a descuidar cuestiones demasiado obvias que nos muestran realmente como son las cosas. Creo que a veces las palabras nos condicionan, todo aquello que vemos complejo, difícil  imposible y demás solo pueden ser resistencias a conocerlas, a ponerle la razón a lo que sucede y vemos que eso que era complejo de saber, era solamente una falacia y todo termina cayéndose por su propio peso.

Por tanto ni el amor y la amistad son exentas a eso, no es que se deba caer en un mecanicismo que le reste importancia a muchas cosas, como a los sentimientos, pero tampoco es sano caer en un juego de no saber absolutamente nada y creerse solamente una víctima de las circunstancias que, a veces, nosotros mismos generamos, no queremos ver y luego nos queda más fácil culpar al otro. De eso se trata el asunto, de desmitificar aquello que creemos incomprensible en nuestro ser, que sabemos pero no queremos saber; que sabemos pero no sentimos y que sentimos pero no sabemos. 

El saber que no se quiere saber, es eso que decimos muchas veces con el consabido “Yo sé” repetimos incesantemente para absolutamente nada, porque realmente no queremos saber, porque ese “Yo sé” enmarca una falsa sensación de controlar una situación ¿Sí se controla que necesitamos afirmar que la sabemos? Se entiende desde un punto meramente lógico pero no sincero, una cosa es la lógica y otra es la verdad. Sí, es lógico lo que pasa que esa persona no cambiará, que seguirá tratándote igual, es palpable ¿Pero se es sincero al decir que se sabe mientras se sigue cómodo? No nos echemos mentira, caemos en la falsa seguridad de las palabras para huirle a la realidad de los sentimientos.

El saber pero no se siente va de la mano con lo anterior, empieza cuando se pretende sentir a través de los sofismas propios, cuando aparecen las justificaciones y no las comprensiones, cuando la explicación termina volviéndose en una compinchería con aquella persona que, así nos duela aceptar, solo busca destruirnos por dentro. ¿Por qué no? Es momento de humanizar todo esto, no se pueden aceptar cuestiones perjudiciales para la propia vida solo porque “carezcan” de explicación, que las cosas son CAUSALES y no casuales, que tienen un efecto y que ese efecto a su vez genera una causa, está en uno mismo permitir conocerse más o bien dejar que el otro sea quien imponga sentimientos, pensamientos, recuerdos e incluso la estima propia.

Sentimos y no sabemos, pasa todo lo contrario a lo anterior y es igual de perjudicial porque tiene como trasfondo esa ilusión de “complejo” de los sentimientos, cuando las lágrimas, sonrisas y demás son las mismas y las podemos ver en el espejo. Acá opera otro sofisma según el cual todo conocimiento mata el sentimiento ¿Y si al saber terminas queriendo más? Por tanto no es garantía de nada, porque así como muchos saben lo que es el otro y sigue ahí ¿Por qué habría de cambiar en sentido opuesto? No son laberintos, no son jeroglíficos, son nuestras propias ideas que nos hacen pensar muchas cosas, aprendizajes por terceros o solamente miedo a conocer una verdad que no queremos saber, por eso son tan cómodas las mentiras.

No es ser insensible, es simplemente saber lo que siente, sentir lo que se sabe y actuar en función de eso, tal vez el sentimiento sea más sincero, el saber más temporal y nuestras relaciones un poco menos traumáticas, dolorosas y sobre todo menos “complejas” porque vemos que son más las cosas que dependen de uno mismo en comparación a aquellas que pensamos que no. Por eso es importante tener en cuenta la máxima socrática “Conócete a ti mismo” con eso evitamos que sea el otro que nos llegue, incluso, a crearnos una vida que no precisamente es la que hemos vivido.

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