Su alma se abría para todos, esos
mismos todos se encargaban de cerrársela, coartándole cada suspiro de su
intimidad ante la suma gravedad de la realidad de sus otros. Estaba para
todos, nadie estaba para ella. Era un
instrumento que servía en lo urgente, pero era olvidada en lo importante,
porque prefería ser como el agua en el desierto y no como la lluvia en el
invierno. Pasaba sus noches contando las estrellas, intentando hablar con ellas
a través de una empañada ventana por el humo que emanaba de su boca, pensando
en que las estrellas le dieran los mensajes que esperaba recibir de sus otros,
así como ella era la estrella de ellos, vivía sin estrella.
En su cama estaba sola, siendo
aquellas cosas que pensaba antes de dormir, sintiéndose cada vez más vacía, mas
solitaria, mientras quienes la rodeaban sentían una magnifica presencia en su
vida, incondicional e insuperable, ella sabía que podía vivir en función de
ella sola, pero que esos otros no podían sin ella. Tal vez sentía una falsa
omnipotencia, de poder con todos menos con ella misma, lo sabía y lo expresaba
en cada pensamiento que tenía al cruzar una agitada calle.
Vivía a la desesperada,
encontrando en sus vicios lo que no encontraba en sus otros, le tocaba vivir a
través de problemas ajenos, de dolores importados, porque los de ella
desaparecían al primer “déjame hablar primero” anulándola por completo, haciéndola
sentir solamente necesaria en el momento y completamente inexistente por el
resto de la eternidad. Sentía ella que su dolor era real, verdadero, que cada
suspiro era un cristal atravesado en sus pulmones y cada sonrisa era jalada a
la fuerza por la brisa que le peinaba su rubia cabellera. Existía para otros,
los otros sentían su existencia para ellos mismos, no para la de ella…siempre
le tocó arreglárselas por sí sola.
Sentía ser incapaz de ignorarlos,
porque ellos le hacían su existencia, a veces en el dolor más desgarrador ella
estuvo siempre presente, como esperando aplazar su inmensa soledad en medio del
dolor ajena, sentía que eso era lo que la ponía en un mapa en medio de la nada,
porque ante la sonrisa de los demás, ella simplemente desaparecía desvaneciéndose
lentamente en un olvido temporal y solo existiría cuando sus otros lo consideraban
necesario. Pedía lo que no encontraba, buscaba lo que no tenía y encontraba lo
que no pedía, en esa se mantenía su vida, su vida con una sonrisa de un intenso
labial rojo, unos ojos verdes apagados y una sonrisa cada vez más falsa para generar
felicidad verdadera en sus otros.
Ella sola era lo único que
existía a través de su espejo, saltando a un vacío que era la realidad de sus
otros, las cuales aguantaba con sus fantasías que era incapaz de sentir con
otras personas, en su soledad encontraba respuestas que en nadie más podía
verlas, sabía que eso era lo único que poseía realmente en su vida. No podía
vivir con esa calamidad, entre lo urgente y lo importante, sentía cada vez más
que su existía no dependía de su dignidad como mujer, sino de cuanto le podía
servir a quienes luego la ignoran o bien pisotean al hacerle ver que sus otros
sufren de verdad y que lo de ella solo eran cosas pasajeras.
Vacía se siente, vacía se va…nadie
le quitó nada porque nunca dio su ser, se lo aniquilaban al querer mostrarlo,
se lleva miles de lágrimas derramadas, miles de pensamientos fatalistas,
millones de mentiras que sabía a través de sus otros, tal vez dándole un mejor
final a aquellas existencias que le supieron beber hasta el último suspiro de
vida para terminar cada vez más muertos por dentro, siendo solo una máscara,
mientras ella se refugió para siempre en el intenso rubio de su cabello, su
blanca piel y sus ojos verdes mirándolos en un espejo para el resto de su vida.
Así fue como ella pudo morir en
paz.
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