Bien dice la canción de Miguel Bosé “El tiempo pasa y no de largo y hay quien no se entera que somos los mismos envueltos en novedad” puede parecer un contrasentido, pero si nos detenemos un momento a pensar sobre eso, podemos ver con horror que “seríamos” como el ventilador, que se mueve pero permanece intacto. No sé hasta qué punto nos hacemos ese cuestionamiento, sentir que nos novemos, a veces lento, a veces rápido, pero volvemos al mismo lugar, y al igual que el abanico cada vez más desgastados con el tiempo.
No pretendo equiparar a los
humanos con un aparato, eso no se puede. Pero es curioso ver que a veces el
moverse implica despegar los pies del piso, de llegar a darse cuenta que no
somos lo que queremos ser, sino que somos lo que consideramos debemos ser. La eterna
duda del ser, Shakespeare sí que nos supo joder. Es girar y girar, moverse,
pero cuesta tanto no caer en el mismo punto de encuentro, para luego retornar y
luego girar para después dejar de hacerlo. ¿Qué hacer ante tamaña desgracia? Decidir,
simple y llanamente.
Giramos pero no nos movemos, eso
lo supieron muy bien los existencialistas del eterno retorno. Pudimos quedarnos
al menos con Heráclito y ser al menos un devenir, ser como el agua del río que
no pasa dos veces por el mismo lugar. Nos volvimos recicladores de
experiencias, basureros de recuerdos y sedientos de proyecciones. ¿Será nuevo
todo esto? ¿Tener que esperar la desgracia para motivar? ¿Qué entendemos por
desgracia? ¿La muerte del ser amado? ¿La baja batería del celular?
La tranquilidad confundida con
comodidad, la decisión confundida con la actuación. Se pueden decidir mil cosas
y no hacer nada. Se puede estar cómodo pero lleno de dudas. Se puede estar
tranquilo en medio del dolor y se puede estar actuando en círculos repetidos. Al menos no hay de donde saber cómo salir de
esta espiral, de esta corriente de viento que sigue avanzando, arrastrando lo
que encuentre, acumulándolo y luego sentirse que no puede más, no porque no
quiera, sino por exceso de equipaje.
Tal vez las respuestas estén
dentro de sí mismas, que la pregunta pueda ser obviada, que un sentido superior
sea capaz de discernir, de actuar, de seguir, de no simplemente girar. Pasar del
¿Quién soy? Al ¡Yo soy! Asumir aquello que no se puede cambiar, cambiar aquello
que se pueda, no caer en el absolutismo del reduccionismo o el de la total
decisión. No nos hagamos pajazos mentales, no controlamos todo, no podemos, por
más que intentemos en ese ritmo solo seríamos pequeños tiranos apoyados en
circunstancias fortuitas, por cierto.
Pero quedarse en la constante
duda, implica alargar el laberinto, inventar acertijos y olvidar la forma de
solucionarlo. Al parecer siempre se estará jodido, pero hay dos formas de estar
jodido. Una es viendo que se es consecuente y lo que implique, otra es no ser
consecuente y estar siempre a la merced de las decisiones ajena. Queda la
elección, en ambas va a ganar algo y perder algo. Ni preguntas ni respuestas,
solo existe el camino que se elija.
Dichosos aquellos que tengan sus
respuestas listas, no olviden que el mundo puede cambiar las preguntas. Dichosos
aquellos que tengan sus dudas, no olviden que el mundo no les responderá nada. No
hay dicha, no hay preguntas, no hay respuestas, solo el limbo disfrazado de
avance. Pero girar tampoco es una opción.
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