martes, 5 de febrero de 2013

Espirales.

Nubes petrificadas y luego trituradas.
Envueltas en papelitos escritos con tu nombre.
Preparo algo para fumar en esta larga noche.
Quedan hechos añicos, las huelo como tu perfume.

Con el fuego de tus ojos, enciendo el primero.
Siento que tu esencia llega hasta mis pulmones.
No quiero exhalar, prefiero no verlo salir de mi boca.
Solo inhalando y aspirando tu nombre en aquel papel.

Sin impacientar, me dedico entonces a fumar.
Las cenizas se vuelven en rubor para tus mejillas.
Transformando mis vicios en tu belleza.
Botando lentamente una espiral con tu imagen.

Perdida en la pared, observo tu lejana sombra.
No pretendo hacer de la toxicidad una oportunidad.
Pero no me puedes siempre culpar.
Cuando de ti no me puedo despegar.

Recorro la espiral que me mata lentamente.
Viendo en ese humo tu mirar permanente.
Me siento protegido y cuidado.
Pero lejano de ser aquello por ti deseado.

En la soledad del rincón trato de crearte.
Hacer de tu locura una obra de arte.
Aquel lienzo de tu blanca piel.
Donde encuentro mi destino fatal.

Se me acaba la dosis de la noche.
De día no puedo, espero que la luna sea arrastrada por el río.
Metido en una coraza, hecha de diamante su broche.
Las nubes lograron dibujarte en mi delirio.  

Hasta que al fin te tengo, al menos eso alucino.
Te ves radiante, difuminada en mis pupilas.
Transformas la noche en un día sin sol.
Eres la noche esperada, aquella musa desesperada.

Te me vas, no tengo más remedio.
Te haré volver sin pensar en el miedo.
Contando de nuevo las dosis en la gaveta.
Para no hacer tan larga la espera.

Adiós y hasta luego.
Hasta luego y nunca.
Hasta donde pueda aguantar.
Sabiendo que aún te puedo amar.

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