Envueltas en
papelitos escritos con tu nombre.
Preparo algo para
fumar en esta larga noche.
Quedan hechos
añicos, las huelo como tu perfume.
Con el fuego de
tus ojos, enciendo el primero.
Siento que tu
esencia llega hasta mis pulmones.
No quiero exhalar,
prefiero no verlo salir de mi boca.
Solo inhalando y
aspirando tu nombre en aquel papel.
Sin impacientar,
me dedico entonces a fumar.
Las cenizas se
vuelven en rubor para tus mejillas.
Transformando mis
vicios en tu belleza.
Botando lentamente una
espiral con tu imagen.
Perdida en la
pared, observo tu lejana sombra.
No pretendo hacer
de la toxicidad una oportunidad.
Pero no me puedes
siempre culpar.
Cuando de ti no me
puedo despegar.
Recorro la espiral
que me mata lentamente.
Viendo en ese humo
tu mirar permanente.
Me siento
protegido y cuidado.
Pero lejano de ser
aquello por ti deseado.
En la soledad del
rincón trato de crearte.
Hacer de tu locura
una obra de arte.
Aquel lienzo de tu
blanca piel.
Donde encuentro mi
destino fatal.
Se me acaba la
dosis de la noche.
De día no puedo,
espero que la luna sea arrastrada por el río.
Metido en una
coraza, hecha de diamante su broche.
Las nubes lograron
dibujarte en mi delirio.
Hasta que al fin
te tengo, al menos eso alucino.
Te ves radiante,
difuminada en mis pupilas.
Transformas la
noche en un día sin sol.
Eres la noche
esperada, aquella musa desesperada.
Te me vas, no
tengo más remedio.
Te haré volver sin
pensar en el miedo.
Contando de nuevo
las dosis en la gaveta.
Para no hacer tan
larga la espera.
Adiós y hasta
luego.
Hasta luego y
nunca.
Hasta donde pueda
aguantar.
Sabiendo que aún
te puedo amar.
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