sábado, 8 de junio de 2013

Aurora

El mar se abrió delante de ella.
Las olas rompieron aquel encanto.
La luna le lanzó una centella.
Cubriendo su fragilidad con su manto.

Era su paraíso en la inmensidad.
Su escondite en medio de la maldad.
Su primavera en invierno.
Su luna en medio del averno.

Aquella estrella fugada de su amante.
Brillaba a cada instante.
Buscaba tenerla siempre constante.
En medio de un deseo desesperante.

Desesperada y temerosa.
Esperando en la turbulencia del mar.
Dibujando un corazón en la arena.
Que luego el agua borraba al verlo llegar.

Tirada en el espolón al amanecer.
Aurora, oh Aurora enloquecida.
Deja que tu amante termine de fallecer.
Para ver si de una vez le das su despedida.

Cabalgaba sola en un corcel plateado.
Dorado en el resplandor.
Aurora y su ritmo agitado.
Llenando su pobre alma de carmesí candor.

Aquella mirada que no olvidó.
Repitiendo aquella alucinación.
Sentía una fuerte compañía.
Respiraba en la muerte una canción.

El trueno le devolvía la esperanza.
La lluvia secaba sus pesares.
El sol le retornaba la tristeza.
La que ahogaba en medio de sus mares.

Océanos perdidos en la lejanía.
Desposeída en el amor y la tiranía.
Islas desiertas.
Horas inciertas.
Segundos que eran eternos.
Horas que eran veloces.
Meses que eran serenos.
Años que eran voraces.

¡Oh Aurora que te vas!
Sin despedirte.
Sin poder sentirte.
Eres hermosa, eres delirante.

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