domingo, 4 de mayo de 2014

Solo queda fumar.

Pisoteo la última colilla antes de la siempre…nunca hay un último cigarrillo, contigo no quiero que haya un último beso. Que seas aquel veneno que me consuma la vida en función del placer, nunca del dolor. Que tus pupilas sean la gasolina que aviva cada vez más el fuego de la nostalgia por no tenerte; que se incendie el lago profundo de donde te saqué. Que se haga piedra y quedarnos así.

Otro cigarrillo más y en las espirales que se confunden con el humo de una fría noche, te intento recrear, en una silueta efímera, tóxica, pero llena de almíbar fúnebre. Aquel que expele un muerto fresco, que se va por el desagüe de una morgue, donde se van sus últimos suspiros, donde termina en un charco que será evaporado fácilmente por la luz.

Enciendo otro y el mareo se apodera de mí, tal vez una alta dosis en poco tiempo ¿Cinco minutos? Tal vez menos, el tiempo se me va en cada ceniza que cae al piso, que se va entre mis manos, así como quisiera tenerte algún día. Este me pone a sentir en lo que ya he perdido de la vida por esperar lo que no ha llegado. ¿He perdido? No sé. ¿He ganado? Mucho. Los insomnios saben mejor cuando llevan un nombre en qué pensar. Cuando no hay nombres, son ilusiones anónimas que se quedan pegadas como la saliva a la sabana.

Cuarto cigarrillo y siento el aire más pesado que con el primero…se contrae por dentro mi capacidad de respirar, siento que ya no respiro oxígeno, sino tus suspiros. Aquellos que trato de recrear e intentar tenerte dentro de mí, que ya no te vayas de mis manos, sino de mis pulmones. Pulmones de nicotina y alquitrán, pero que siguen esponjosos cada vez que tu imagen viene a mi memoria y le robo el aire a los moribundos que me rodean en esta sala. Los mato por tu culpa.

Quinto cigarrillo y la oscuridad te dibuja en la pared.  Te acaricio despacio, para no difuminar tu sombra y lograr que pueda dormir conmigo lo que resta de noche. Sí, sé que son las 4:30AM. Pero cualquier asomo de tu presencia hace más larga la noche, así se asome el sol por el horizonte quiero que sigas siendo luna. De día no tiene gracia dormir, de noche no tanto. Pero al menos la noche te trae, así sea un rato, así sea una eternidad.

Sexto cigarrillo y el sol me evapora, vuelvo al mismo lugar. No querré volver a ser de carne y hueso, solo querré estar presenciando cada vez que te levantes por las mañanas y te veas en el espejo. Tal vez en algún lugar estaré esperándote, si es que vayas al cielo y yo me quede esperándote en el infierno.

Séptimo cigarrillo y sigo de largo por las escaleras. Lo enciendo contra la pared y solo me toca seguir viéndote viva por muchos años más.


Seguiré fumando…

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