Dos Hechos Distintos Y Una Sola Historia

Estando en la biblioteca de babel, como le dice Héctor Abad a Google, me puse a investigar sobre un libro que me llama fuertemente la atención Opio En Las Nubes de Rafael Chaparro, y me encontré con algo que me llamo poderosamente la atención. En esa novela hay un personaje que se llama “Amarilla”, eso me revolvió totalmente el cerebro, ¿la razón?....un viejo amor se ponía ese nick cuando nos dedicábamos a joderle la vida a la gente en las salas de chat, ese era unos de nuestros pasatiempos favoritos, aunque cuando hace poco le pregunte sí se había leído el libro y me dijo que no. Mas sin embargo eso no dejo de sacudirme la cabeza y en empezar a armarme la película en la cabeza.

Averiguando más sobre el autor del libro, me encuentro con gratas sorpresas e infortunios. El infortunio es que Rafael Chaparro murió en 1995, a los 32 años, victima de Lupus. Y las sorpresas ¡vayas sorpresas!, es que fue el libretista de dos de mis programas favoritos cuando era niño La Brújula Mágica y Zoociedad, por eso me llama poderosamente la atención leerme ese libro sabiendo lo que el escribía y de cuanto me gustaban esos programas cargados de dosis letales de cultura y que fueron mis primeras influencias para mis actuales gustos. Solo a dos niños les gustaba la Brújula Mágica en mi salón, a una niña y a mi……pero con el tiempo me di cuenta que ese no era un programa para niños, mas tarde lo explicare.

En el 2004, la televisión en Colombia cumplía 50 años, pasaban gran cantidad de documentales de la televisión por Teleantioquia, y en uno de los programas se referían a la televisión infantil ¡otra sorpresa! Muestran imágenes de la Brújula Mágica y me pusieron partes de un segmento que se llamaba Angelitos Empantanados ¡No joda como el cuento de Andrés Caicedo!, me quede estupefacto, viendo como un inocente programa “infantil” tenia tanta carga cultural e intelectual, en comparación a los teletubbies, y que no necesariamente los programas para niños deben rayar en la idiotez y la absurda fantasía y para colmo de males, hecho en Colombia con cosas de acá. No soy un nacionalista fanático, pero esas cosas dan cuenta que aquí, en Colombia, hay con qué hacer las cosas, hacerlas bien y no andar copiando los fracasos de otros países.

Los dos eventos se unen en la historia de mi vida, de cómo una cosa conlleva a la otra, de cómo las cosas, aparentemente sin relación alguna, se conectan con nuestras vivencias. Así como se unen la historia de dos escritores, Caicedo y Chaparro, que murieron jóvenes y con muchas cosas por entregar a quienes desde la clandestinidad los leemos y averiguamos sobre sus fugaces vidas, buscando fuentes de inspiración que sean propias y no puestas al servicio de otras personas.

Todavía tengo mi deuda moral con Chaparro, ya van dos sábados completos en ese horno llamado el Centro De Barranquilla tratando de encontrar el libro en esas librerías con olor a conocimiento, a hojas amarillentas y olorosas a naftalina, tratando de encontrar la brújula mágica que dejo de existir hace mas de 13 años.