viernes, 23 de marzo de 2012

Suspiros callejeros


Se sube al bus, esta vez sabe que no es casualidad, que corre el riesgo de perder el encanto de lo fortuito y lo inesperado, pero se arriesga con tal de ver aquella menuda figura sentada en una buseta. Ve caer el atardecer, entre vitrinas cerradas y puestos estacionarios, la brisa hace su aparición cada vez que quiere suspirar, no quiere darse cuenta que no hay viento más fuerte que su misma respiración, la cual perderá de inmediato a ver a su mariposa, a aquella mujer que no sabe de dónde vine, ni a donde va, una anónima que le roba el sueño. 

Ve su diadema fucsia, aquel color que juega con la blancura de su piel, con la delicadeza de su mirada, de la feminidad de sus delicadas manos, piensa que da miedo tocarla, no se vaya a dañar o romper, es su muñeca, de aquellas que veía en una cajita musical. No lo piensa, afanado se sube, se hace el que no la ve, pero sabe que su mirada se volcará hacía aquella princesa anónima, se le acerca con disimulo hasta que ella se da cuenta y le sonríe, en ese segundo piensa una y mil cosas, hasta que le responde con otra sonrisa, sintió que no haber visto un atardecer tranquilo valió la pena, sabe que esa mirada es única perdida entre el bullicio del tráfico y las calles.

Lleva sus audífonos altos, con aquella música que le hubiera gustado que estuviera de moda al verla, quería que esa aura de antaño se posara sobre sus ojos, sentirse fuera del espacio y el tiempo, ella lo llevaría en sus alas, en su cuerpo en su sonrisa, en sus manos. Quiere que el tiempo pase lento, despacio, inerte, se resiste a pasar otra tarde en vano, sin escuchar su voz más de cerca, saber su nombre, solo tímido roza sus piernas con las de ella, la ve espabilar, abrir sus hermosos ojos de caramelo, los cuales creen que en vez de lágrimas, le sale miel.

La ve soñar levente, sabe que está cansada, le cuida ese breve sueño con la mirada, ver sus pestañas unidas, ver su respiración a través de su blusa. Quiere estar dentro de ella, ser soñado por ella, que al despertarse lo vea con esa misma mirada de la primera vez, quiere que todas las tardes sean como la primera, que no se pierda la magia de la casualidad, que puede ser asesinada por la tenebrosa rutina que elimine aquel palpitar que siente al verla cada cuánto.

Otra vez ella, mujer de porcelana, mariposa urbana que le roba la mirada, le secuestra la sonrisa, lo hace preso de un paseo en el concreto. Que sean largos los trancones, no importa. Que el labial de su boca sea el reflejo del stop de los carros, que la iluminen las luces que encandilan desde el otro carril.

Que la casualidad los siga uniendo, que la magia del no saber sea el motivo de las sonrisas y despedidas y no una futura despedida aniquile toda magia alguna vez soñada. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como mencionas en otro de tus articulos: "El amor no conoce de nada, es solo una manifestación de nuestro cerebro que debemos aprovechar", aunque yo creo que no solo es cuestión de "cerebro" y tu mismo lo demuestras....hermoso escrito señor de hielo!!!!!... prueba fehaciente que tu también podrias descongelarte y con el agravante que es "solo" una anónima....m